Desescolarizarnos

>> sábado, 11 de abril de 2009

We don’t need no education
We dont need no thought control
No dark sarcasm in the classroom
Teachers leave them kids alone
Hey! teachers! leave them kids alone!
All in all it’s just another brick in the wall.
All in all you’re just another brick in the wall.

(Pink Floyd, The Wall, noviembre de 1979)

Existe un artículo en la Declaración Universal de los Derechos Humanos cuya violación en el sistema escolar difícilmente se puede pasar por alto ya que esta sustenta al sistema mismo. Me refiero concretamente al artículo 19 que dice: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.”

Ninguna escuela, ningún sistema escolar del mundo respeta este artículo en ninguno de los sentidos asentados. La violación de este artículo la padecemos tanto los maestros como los infantes. Es bien sabido que las autoridades escolares, directa o indirectamente, dictan los contenidos de la agenda educativa y su no respeto tarde o temprano trae problemas a cualquier escuela, maestro o alumno que intente y se atreva a violarlas. El control de los contenidos implica una fuerte presión a lo largo de toda la trayectoria académica de un estudiante. La evaluación del conocimiento ha salido del salón de clases, el criterio, las opiniones y experiencias del maestro no son ni aplicables ni aceptables ante la rigidez institucional de la curricula. No solo tenemos que preparar a nuestros estudiantes para los exámenes estandarizados estatales y nacionales, como la prueba Enlace, sino para exámenes de admisión cuando cambien de colegio, o terminen su nivel escolar actual y sigan adelante en otro.

Citemos al respecto al notable filósofo austriaco Ivan Illich:

“La escuela ha llegado a ser la religión del proletariado modernizado, y hace promesas huecas a los pobres de la era tecnología. La nación-estado la ha adoptado, reclutando a todos los ciudadanos dentro de un currículum graduado que conduce a diplomas consecutivos no desemejantes a los rituales de iniciación y promociones hieráticas de antaño. El Estado moderno se ha arrogado el deber de hacer cumplir el juicio de sus educadores mediante vigilantes bien intencionados y cualificaciones exigidas para conseguir trabajos, de modo muy semejante al seguido por los reyes españoles que hicieron cumplir los juicios de sus teólogos mediante los conquistadores y la Inquisición”.

Benevolentemente, la Secretaría de Educación Pública de México, en su portal de Internet sobre la Prueba Enlace contrapone: “ENLACE (Evaluación Nacional de Logro Académico en Centros Escolares) es una de las herramientas fundamentales del Sistema Educativo Nacional que permite explicar avances o limitaciones para sustentar procesos de planeación y toma de decisiones para mejorar la calidad educativa y atender criterios de transparencia y rendición de cuentas.”

Si exploramos el asunto un poco más a fondo, en el mismo portal se nos informa: “ENLACE es una prueba del Sistema Educativo Nacional que se aplica a planteles públicos y privados del País… En Educación Básica, a niños y niñas de tercero a sexto de primaria y jóvenes de tercero de secundaria, en función de los planes o programas de estudios oficiales en las asignaturas de español, matemáticas y ciencias… En Educación Media: a jóvenes que cursan el último grado de bachillerato para evaluar conocimientos y habilidades básicas adquiridas a lo largo de la trayectoria escolar para hacer un uso apropiado de la lengua –comprensión lectora- y las matemáticas –habilidad matemática-… Permite retroalimentar a padres de familia, estudiantes, docentes, directivos y autoridades educativas con información para mejorar la calidad de la educación, promoviendo la transparencia y rendición de cuentas”.

Hasta ahora, nuestras autoridades no han inventado una forma de presión más efectiva para mantener a todos, alumnos y maestros, dentro de los cánones dictados por “los planes o programas de estudios oficiales en las asignaturas de español, matemáticas y ciencias…” Claro que se puede argumentar que esa rigidez en el idioma y las ciencias es necesaria. Citando a Noam Chomsky:

“hay una diferencia general notoria entre las ciencias y matemáticas por un lado, y las humanidades y ciencias sociales por el otro. En una primera aproximación, pero es real. En la primera, los factores de la integridad tienden a dominar sobre los factores de la ideología. Eso no significa que los científicos sean personas más honestas. Se debe a que la naturaleza impone sus tareas inflexiblemente. Tú puedes mentir o distorsionar la Revolución Francesa tanto como quieras y nada pasa. Pero si propones una teoría falsa en química, será refutada mañana”.

¿Pero qué pasa con las innovaciones en estos mismos campos? La ciencia en todos sus campos avanza a pasos agigantados y la actualización de los planes de estudios cojea por décadas detrás de ellos. El criterio de enseñanza convencional siempre es que uno “no puede enseñar tal o cual cosa porque los niños no están preparados o todavía no tienen las bases para entender”. Nuevamente hemos reducido a nuestros alumnos a poco menos que indigentes ignorantes que no tienen la capacidad de aprender cosas. ¡Nada más falso! Reto a cualquier adulto a que intente aprender el equivalente cuantitativo de lo que aprende un niño en cualquiera de sus primeros años de vida. Dudo que sea capaz de lograrlo. El criterio de la enseñanza convencional evidentemente es reduccionista. No se trata de abrir al niño al aprendizaje sino de cerrarlo.

Es evidente que al “Sistema” no le conviene que aprendamos, tengamos información o nos formemos un criterio propio. La libertad de opinión y expresión se aplica y hasta festeja con bombos y platinos cuando atañe a la prensa. En el ámbito escolar, sin embargo, es poco menos que inexistente.

“El propósito de la educación pública no es en absoluto la difusión de la iluminación; es simplemente reducir la mayor cantidad posible de individuos al mismo nivel seguro, criar y entrenar una ciudadanía estandarizada, y eliminar la disidencia y la originalidad. Este es su propósito en los Estados Unidos, cualquiera que sean las pretensiones de los políticos, pedagogos y otros charlatanes semejantes, y ese es su propósito en cualquier otra parte del mundo.”

Resulta evidente que cuando hablamos de libertad tenemos que hablar forzosamente de opciones. Es decir que la libertad consiste en que el individuo pueda escoger entre un número ilimitado de opciones que lo lleven a conducir su vida por el sendero que el mismo decida y escoja. El sistema educativo actual está diseñado para que el individuo se contente, agradezca e incluso glorifique las opciones que el sistema social en el que vive le ofrece y pone a su disposición. Esto, como lo dice Noam Chomsky, se logra si el sistema educativo se establece como un “sistema de ignorancia impuesta.”

La ignorancia sobre las opciones alternativas y liberadoras es altamente preocupante y se sigue perpetuando de forma constante en primera instancia por el sistema educativo y terminando el paso por la escuela se perpetúa por los medios de comunicación masiva.

¿Cómo atacar pues este problema y recuperar nuestra libertad no solo como individuos sino, incluso, como especie humana?

Con una computadora en cada casa se podría revolucionar (y de hecho los jóvenes y alumnos del mundo ya lo están haciendo) la educación de la forma más radical posible a través de la creación de núcleos de aprendizaje motivados única y exclusivamente por el interés compartido entre los participantes del núcleo. Una computadora en cada casa podría hacer realidad lo que propuso Ivan Illich en 1985, mucho antes de que existiera la posibilidad del acceso colectivo y universal al Internet:

“Un buen sistema educacional debería tener tres objetivos: proporcionar a todos aquellos que lo quieren el acceso a recursos disponibles en cualquier momento de sus vidas; dotar a todos los que quieran compartir lo que saben del poder de encontrar a quienes quieran aprender de ellos; y, finalmente, dar a todo aquel que quiera presentar al público un tema de debate la oportunidad de dar a conocer su argumento. Un sistema como éste exigiría que se aplicaran a la educación unas garantías constitucionales. Los aprendices no podrían ser sometidos a un currículum obligatorio, o a una discriminación fundada en la posesión o carencia de un certificado o diploma. Ni se obligaría tampoco al público a mantener, mediante una retribución regresiva, un gigantesco aparato profesional de educadores y edificios que de hecho disminuye las posibilidades que el público tiene de aprender los servicios que la profesión está dispuesta a ofrecer al mercado. Debería usar la tecnología moderna para lograr que la libre expresión, la libre reunión y la prensa libre fuesen universales y, por consiguiente, plenamente educativas. “

Sobra decir que una computadora en cada casa y el adiestramiento rudimentario para cada persona en su uso, costaría a los estados del mundo una cantidad infinitamente menor a la que invierten hoy en la educación. El problema para el estado, obviamente, es como dilucidar y en su caso controlar si lo que aprende el ciudadano no puede llegar a ser peligroso para el estado mismo y sus instituciones.

La escuela en el sentido del conocimiento de nosotros mismos tiene un enorme potencial y evidentemente está cumpliendo su cometido al programar a los seres humanos para ser esclavos benevolentes con y del sistema. La función de las escuelas no es dar libertad sino quitarla.

Recordemos nuevamente a Ivan Illich:

“El desmontaje de las escuelas ocurrirá inevitablemente -y ocurrirá a velocidad sorprendente. No puede postergarse por más tiempo, y no hace ninguna falta promoverlo vigorosamente, porque ya está ocurriendo. Lo que vale la pena es tratar de orientarlo en una dirección prometedora, pues puede dirigirse en dos direcciones diametralmente opuestas. La primera sería la ampliación del mandato del pedagogo y su control creciente sobre la sociedad, incluso fuera de la escuela. Con la mejor intención y tan sólo ampliando la retórica usada hoy en las aulas, la crisis actual de las escuelas podría proporcionar a los educadores la excusa para usar todas las redes de la sociedad contemporánea para enviarnos sus mensajes -para nuestro bien. La desescolarización que no podemos detener, podría significar el advenimiento de un “mundo feliz” dominado por algunos bien intencionados administradores de instrucción programada. Por otra parte, el hecho de que tanto los gobiernos como los empleados, los contribuyentes, los pedagogos despiertos y los administradores escolares adviertan con creciente claridad que la enseñanza graduada de curricula en pro de unos certificados se ha hecho perjudicial, podría ofrecer a grandes masas humanas una oportunidad única: la de preservar el derecho de tener acceso parejo a los instrumentos tanto para aprender, como para compartir con otros lo que saben o creen. Pero esto exigiría que la revolución educacional estuviese guiada por ciertas metas:

1.-El liberar a las cosas, mediante la abolición del control que hoy ejercen unas personas e instituciones sobre sus valores educativos.

2.-El liberar la coparticipación de habilidades al garantizar la liberta de enseñarlas o de ejercitarlas a pedido.

3.-El liberar los recursos críticos y creativos de la gente por medio de una vuelta a la capacidad de las personas para convocar y organizar reuniones -capacidad crecientemente monopolizada por instituciones que afirman estar al servicio del público.

4.-El liberar al individuo de la obligación de moldear sus expectativas según los servicios ofrecidos por cualquier profesión establecida -proporcionándole la oportunidad de aprovechar la experiencia de sus iguales, y de confiarse al profesor, guía, consejero o curandero de su elección. La desescolarización de la sociedad difuminará inevitablemente las distinciones entre economía, educación y política, sobre las cuales se funda ahora la estabilidad del orden mundial actual y de las naciones. Nuestra reseña de las instituciones educacionales nos lleva a modificar nuestra imagen del hombre. La criatura que las escuelas necesitan como cliente no tiene ni la autonomía ni la motivación para crecer por su cuenta. Podemos reconocer la escolarización como la culminación de una empresa prometeica, y hablar de su alternativa refiriéndonos a un mundo adecuado para que en él viva un hombre epimeteico. Si bien podemos especificar que la alternativa a los embudos escolásticos es un mundo al que unas verdaderas redes de comunicación hacen transparente, y si bien podemos especificar muy concretamente cómo funcionarían tales redes, podemos tan sólo esperar que reapareciese la naturaleza epimeteica del hombre. No podemos ni planificarla, ni producirla”.

Concluyo diciendo que la única ley del ser humano es la libertad y el mismo se procurará el camino. Los jóvenes, por los que los maestros del mundo estamos tan preocupados, ya han tomado las riendas y solo queda una última declaración y propuesta de enmienda a la Declaración Universal de los Derechos Humanos antes mencionada: “El único derecho concerniente a la educación del individuo es que el estado no emita ninguna ley para educarlo, que no genere curricula ni educación obligatoria, limitándose solamente a proporcionar los recursos necesarios para que la educación universal suceda en los tiempos y sobre las curricula que el individuo interesado decida”.

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